miércoles, 21 de octubre de 2015

Elogio del libertino





El otro día, una amiga mía se enamoró de un libertino. En otras circunstancias, yo le habría dicho: “mujer, con un libertino puedes hacer casi cualquier cosa, menos enamorarte”, si no fuera porque el pobre lleva 189 años muerto, de modo que a estas alturas ya no entraña peligro.


Joseph Losey, Don Giovanni, 1979

Jean-Jacques Lequeu, Diseño de tocador, lado del canapé

El disoluto difunto no es otro que el arquitecto Jean-Jacques Lequeu, a quien tampoco estoy segura de que sea adecuado calificar como libertino, al margen de ciertos pequeños detalles. ¿Qué detalles, preguntaréis? Nada importante: era un declarado erotómano y autor de numerosos dibujos pornográficos que no pienso enseñaros aquí por varias razones, entre las que destaca el hecho de que en esta entrada no voy a hablar sobre Lequeu.

Jean-Jacques Lequeu, Lo que ve en sueños





Jean-Antoine Watteau, Los Campos Elíseos, colección Wallace, Londres, 1719

El caso es que a mí los libertinos me hacen mucha gracia. Me gustan tanto como las fiestas galantes del rococó, como los jardines pintorescos, como la pintura de Watteau y de Fragonard y como gran parte de de la música compuesta en ese siglo XVIII de mis amores. Porque sí, de música, pinturas, jardines y fiestas cabe enamorarse, pero de libertinos no, a ver si se entera mi amiga.


Jean-Honoré Fragonard, La gallina ciega¸ National Gallery of Art, Washington, D.C., 1775-80 c.


Jean-Honore-Fragonard, El juramento al amor, Musée du Louvre, París, 1780-85
  
José Camarón Bonanat, Parejas en un parque, Museo del Prado, Madrid, 1785

He dicho que me hacen gracia, pero, la verdad, si empiezo a repasar nombres, me quedan bien pocos. Sade me resulta tan tedioso como pasarme la mañana intentando resolver trámites burocráticos en cualquier organismo público; Giacomo Casanova me cae tan mal como a Federico Fellini, una antipatía que el director italiano mostró con claridad en su película Casanova.


Federico Fellini, Casanova, 1976

Por mucho que me atraiga el XVIII, no cabe duda de que es mejor no sentarse a algunas mesas:


Federico Fellini, Casanova, 1976

Neil Jordan, En compañía de lobos, 1984

Stephen Frears, Las amistades peligrosas, 1988

Así que Sade no, desde luego; Casanova tampoco... ¿qué queda, entonces? ¡Mucho! Por ejemplo, la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, protagonistas de la espléndida novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclos Les liaisons dangereuses, que solemos traducir al español como Las amistades peligrosas, aunque sería más apropiado el título de Las relaciones peligrosas.


Charles Monnet, ilustración para la primera edición de Las amistades peligrosas, 1796

Stephen Frears, Las amistades peligrosas, 1988


Miloš Forman, Valmont, 1989

Mi libertino favorito no es, sin embargo, Valmont, ni la deliciosamente malvada Madame de Merteuil. Ambos me dan un poco de pena, porque conozco su secreto: su falta de libertad, su sometimiento a una agobiante serie de convencionalismos –en este caso, los del libertinaje-, su desesperación. 


Stephen Frears, Las amistades peligrosas, 1988

No, ni Merteuil ni Valmont son mis libertinos. Si debo escoger a uno, este es mi preferido:


Joseph Losey, Don Giovanni, 1979

Don Giovanni, por supuesto, la oscura y luminosa criatura nacida de la música de Wolfgang Amadeus Mozart y el libreto de Lorenzo da Ponte. Don Giovanni, amado por Stendhal –para mí, pasión sobre pasión, puesto que también amo al amador Stendhal-. Y, entre todos los Don Giovanni, el que acabamos de ver en la imagen anterior: Ruggero Raimondi. Il dissoluto punito de Raimondi es seductor, payaso, odioso, enternecedor, cruel, ridículo, admirable, tal como lo soñaron Mozart y Da Ponte. Consigue ponerte de su parte.


Joseph Losey, Don Giovanni, 1979

¿Qué es lo que tanto me atrae de Don Giovanni? Porque no cabe duda de que, entre otros rasgos igualmente desagradables, es un tipo arrogante, mentiroso y violento: nada que le convierta, precisamente, en una persona atractiva. Y, sin embargo, a mis ojos hay algo que le salva: su pasión por la vida, su valor al gritar “¡no!” a la estatua. Pentiti!, le exige esta, una y otra vez: ¡arrepiéntete de vivir, de gozar, de ser un hombre, de ser libre, de estar vivo! ¡No!, responde Don Giovanni, y en cada una de las negativas que profiere este hombre profundamente indigno se escuchan los acentos de la dignidad humana: esa dignidad con que se niega a rendirse ante lo inevitable, con la que rechaza ceder ante lo que sabe que va a suceder. Ocurrirá, sí, pero no con su consentimiento. Don Giovanni no se resigna, y todo ello le aproxima a dos autores a los que también amo: Albert Camus y Elias Canetti.


Joseph Losey, Don Giovanni, 1979

En el claustro de los muertos de la Santissima Annunziata de Florencia, Camus se encoleriza. Lee las inscripciones de las losas funerarias y de los exvotos: según los textos, todos se habían resignado a morir. “Todo en mí protestaba contra semejante resignación. ‘Se debe’, decían las inscripciones. ¡Pero no!, y mi rebelión estaba en lo justo”. Es el “no” de Canetti, el “no” de Don Giovanni. 


Claustro de los muertos, Santissima Annunziata, Florencia


Las lápidas le muestran a Camus que su cólera y su grito son inútiles. “Pero todavía hoy –escribe-, no veo lo que la inutilidad hurta a mi rebelión y sé muy bien lo que le agrega”.



Tengo una cita pendiente con Don Giovanni. Algún día escribiré sobre él. Por ahora me contento con matar cada día al comendador: su solemnidad huera, su pétrea pesadez, su ignorancia de que lo ligero esconde, a menudo, una profundidad mucho mayor que la que finge la tiesura, su permanente condena de la alegría, del placer, de la risa, de la vida. ¡Menudo cretino, el comendador!


Joseph Losey, Don Giovanni, 1979

Mirad, esta es la escena final, en la que Don Giovanni se enfrenta con la estatua y, por supuesto... pierde. Es mucho lo que pesa esta música de la piedra, la música del pasado, como la describe Ernst Bloch. ¿Del pasado? Nada más sorprendente, más nuevo, menos vinculado al pasado y a la tradición, que la música de las escenas donde aparece el Comendador. Marcel Marnat evoca la sorpresa del público que asistió en 1787 al estreno de Don Giovanni ante esta aterradora ruptura musical que sucede a los breves y agitados recitativos previos y que, hoy en día, aún sorprende a nuestros oídos, habituados a músicas como las de Edgar Varèse o Igor Stravinsky.



Vosotros no vais a decirme que no si os invito a visitar los lugares donde Joseph Losey rodó su Don Giovanni, ¿verdad? Estos son, básicamente, Venecia y Vicenza. ¿No os tienta hacer esa pequeña excursión? Pero no la haremos hoy, sino el domingo próximo. Por el momento, os dejo con esta batalla de almohadas y, cómo no, con música, ya que el texto la exige. ¿Qué música? La obertura de Don Giovanni. La felicidad de Stendhal. Mi felicidad.



Jean-Honoré Fragonard, El combate inútil
 

 



 

30 comentarios:

  1. Vaya Vaya, Carmen, y yo que creía que te ibas a decantar por el producto patrio y te ibas a quedar con nuestro Don Juan.....
    De todos los libertinos me quedo con la pareja protagonista de Las amistades Peligrosas y sobre todo con ese Valmont encarnado a la perfección por John Malkovich.
    Y acercándonos en el tiempo, me encanta el graciosísimo Hugh Grant/Daniel Cleaver del Diario de Bridget Jones.

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    1. Si es el Don Juan de Tirso de Molina, acepto, pero el de Zorrilla es muy blandito. Eso sí, a mi Don Giovanni no lo dejo por nada del mundo. Sobre todo, encarnado por Raimondi.
      John Malkovich y Glenn Close están perfectos en sus papeles. En mi opinión, se comen a Colin Firth y a Annette Bening en esos mismos papeles en Valmont, pero, claro, es solo mi opinión. Y lo que dices de Hugh Grant... bueno, es que ese hombre es graciosísimo.
      Un abrazo, Juanan.

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  2. Hola, Carmen.
    Soy más de Don Giovanni que del frío y castrador Comendador, me parece que aunque personalmente me pueda considerar comedida, está bien que haya gente, personajes de la historia actual y pasada que no den freno a sus desatadas veleidades, porque amar la vida y la libertad es un punto de perpetuidad, de no morir, de vivir siempre, de eternizar la memoria y de oposición rebelde a los convencionalismos. Del arte que se aprecia, me gustan especialmente Parejas en un Parque y El juramento al amor, el primer cuadro representa un escenario festivo, liviano y el segundo una idolatría al deseo que semeja casi misticismo, una ofrenda religiosa al amor y al erotismo.
    Yo tampoco me enamoraría de un libertino y sin embargo, reconozco que determinados perfiles pueden resultar muy atrayentes.
    Un texto original, bello y muy creativo. Reflejas excelentemente la pintoresca sociedad barroca del dieciocho con toda su pompa y fastuosidad.
    Me ha encantado leerte, como siempre. Te felicito por esta entrada tan pasional.
    Un beso

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    1. Sí, ese es el lado bueno de Don Giovanni, que coexiste con los otros, los malos, en los que no hay por dónde cogerlo. ¡Pero el Comendador no tiene ni eso! Musicalmente, sí, porque sus intervenciones se encuentran entre lo más interesante de esta ópera de Mozart.

      Me gusta cómo defines, a propósito de Parejas en un parque y El juramento al amor, dos de sus vertientes: "un escenario festivo, liviano", o "una idolatría al deseo que semeja casi misticismo, una ofrenda religiosa al amor y al erotismo". Lo has visto muy bien.

      Un beso, Marisa, y gracias.

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  3. Otro personaje para añadir, Carmen, también interpretado por Malkovich, Ormond, en "Retrato De Una Dama", de Henry James, no menos mezquino y maquiavélico que los que has citado en este magnífico, "Elogio del Libertino".
    Gracias.

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    1. ¡Qué bueno (bueno, qué malo pero qué bueno) en la novela de Henry James y en la película de Jane Campion! Malkovich borda esos papeles.
      Gracias por Ormond. Un beso, Inma.

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  4. Qué genial entrada, he disfrutado mucho con el texto y con las bellas imágenes. Además, tu post me hizo traer a la mente al inigualable Johnny Depp en su papel de John Wilmot en The Libertine.
    Saludos.

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    1. ¡Hola, Lú! ¡Qué bien, como Inma, nos traes a otro libertino!
      En mi opinión, Johnny Depp, en su papel de Wilmot, añade o acentúa otro registro presente a menudo en los libertinos: ciertos rasgos andróginos, algo sobre lo que se puede hablar y se ha hablado mucho.
      ¡Buen regalo! Un beso, Lú, y gracias.

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  5. Ayyyyy yo también iba a añador Retrato de una dama pporque me encanta Henry James.

    Y ya sabía que eras de Don Giovanni, es que me lo imaginaba.
    Y ya que mencionan a Johnny Deep, es que me encanta, es cierto lo de los rasgos andróginos.
    Por cierto, no he leído Las amistades peligrosas, solo vi la peli pero quiero leerla ya que has dicho que es una novela epistolar y las cartas son algo que me vuelve loca.
    Besos.

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    1. Te gustará.
      Oye, "bruxa", ya tardas en decirme por qué imaginabas que era de Don Giovanni. ¡Qué curiosidad me ha entrado! ¿Tanto se me nota?
      Compartimos gusto por James.
      Besos, Marigem.

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    2. Jajajaj, no es por nada, es por tu forma de contar las cosas y de hablar, a Don Juan lo veo muy ñoño para ti y Casanova muy no sé, simplón?¿Previsible?
      Eres Don Giovanni total,jejeje.
      Besos y apuntada la novela.

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    3. ¡Te quiero, Marigem! Eso sí que es un piropo. ¡Don Giovanni! ¡Sí!

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  6. Me apunto a la excursión del domingo Carmen, porque me he divertido mucho leyendo este post, y esperaré a ver qué cuentas sobre tu "cita" pendiente con Don Giovanni, aunque fuera la felicidad de Stendhal... ;-)

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    1. La cita con Don Giovanni tendrá que esperar, aunque sí que me apetece, desde hace años, escribir un texto más elaborado (¿libro?) sobre el personaje. Bueno, y si a la cita acude Stendhal -que acudirá, porque, ¿cómo dejarle fuera?-, mejor que mejor. Ya ni te cuento, si además acuden Camus y Canetti. Qué delicia.
      Nos vemos el domingo en Italia, Chelo. Un beso.

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  7. Hola a todos:
    el único D.G. que me gusta es el de Mozart y no sólo por la música. Resulta simpático, lo que le resta libertinaje, pero bueno.
    El resto, D.Juan se salva para mi, porque es el que mejor conozco y porque tiene cierta tristeza, como dice Manuel y hace que le tomes cariño. Nunca lo vi como un buscador, pero sí, es una especie de Peter Pan, por lo de descontento con su suerte. Ambos bucan algo que no existe. Pobrecillos.

    A mi lo que realmente me gustan son los piratas, que también son libertinos pero de un modo más primario. Estos libertinos que cuentas se pierden en su sombra. O eso me parece a mi. Pero también reconozco que es una época que nunca me ha gustado.

    En fin, espero que me perdoneis mi subjetividad. Ainsss

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    1. Peter Pan. Esa es otra de las características de Don Juan: su negativa a crecer, a madurar.
      Yo creo que tristeza y sombras donde perderse las tienen todos, sobre todo los dieciochescos: es uno de los aspectos del XVIII que me atrae, ese contraste y esa convivencia entre la sombra y la luz.
      Frase genial que me ha hecho reír, y no sabes cómo te lo agradezco: "A mí lo que realmente me gustan son los piratas".
      Nos vemos el domingo: ¡ya sabes que nos vamos de excursión a Italia!
      Un beso, Harry.

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  8. Para mí Don Giovanni de Mozart es la mejor de sus operas. En parte porque supo darle el carácter de libertino divertido que el compositor supuestamente tenia. Coincido contigo sobre las amistades peligrosas y también que es muy fatídico enamorarse de un libertino. Compadezco a tu amiga, y si no que escuche a Doña Elvira, pobre...
    Estupenda la entrada Carmen.
    Un abrazo

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    1. Estamos de acuerdo, Yolanda. Ese tono divertido se aprecia tanto en la figura de Don Giovanni como en algunos de los pasajes musicales de la obra, y en ambos casos coexiste con los tonos más sombríos. Quizás por eso sea una ópera que nos atrae tanto.
      Sí que es mala cosa eso de enamorarse de un libertino, pero, por lo menos, el de mi amiga se murió hace casi doscientos años, así que lo suyo no es tan grave. Excepto si Lequeu, como Don Giovanni, regresa de los infiernos.
      Fantástica Donna Elvira. Después de Don Giovanni, es el personaje que más me interesa, en esa ópera. Y si lo representa Kiri Te Kanawa, como en la película de Losey, mucho más. Por cierto, ¿sabías que Te Kanawa también es una persona sumamente divertida, con muchísimo sentido del humor?
      Un abrazo, Yolanda.

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  9. No lo sabía pero siempre aprendo algo nuevo contigo, gracias. Y ya que te gusta Dña Elvira te invito a pasar por mi blog, pues mi última entrada está inspirada en ella.
    Un abrazo

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  10. Siempre llego tarde, pero esta entrada me encanta. También me apunto a la excursión del domingo. ¿Habrá piratas?
    Además de la ópera: como dice Yolanda, la mejor de Mozart. Y esa obertura como ninguna otra. Hace años discutía con un conocido suizo. Él defendía "otra" de las oberturas mozartianas. No hay color.
    Coincido con lo que decís: don Juan busca y no sabe muy bien qué. Y no lo encuentra. Al de Tirso le encuentro fuerza. Lo que me sorprende es que muchas de vosotras declaráis vuestra secreta pasión por un libertino. Bueno, no tan secreta. Habláis de los señores Deep o Raimondi o de la botella de ron que bebe alguien con una pata de palo. He de confesar que me he reído. Lo que no veis es que este mismo blog está repleto, o en vuestras propias casas tenéis a las más divertidos y seductores libertinos, escondidos detrás de un libro o de una puerta entreabierta o fumando, tranquilamente, en la sala. Bueno, por ahí no sigo. No quiero poner nombres, que siempre me quedaré cojo. Que cada cual busque entre lo próximo. O por donde quiera.
    También comentáis que ellos no son los que venden las escobas. Gran verdad.
    En lo que supongo que coincidiremos varios es en que Glenn Close, al lado de Carmen Pinedo, es una santita.

    È aperto a tutti quanti, Viva la libertà!
    ¡Vaya ópera!
    El domingo seré puntual.

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    1. Explico lo de la santita que cuenta Fernando Lázaro Carreter: había en un convento una monja que tenía fama de santidad, de modo que fue un canónigo para investigar el caso. Copio de "El nuevo dardo en la palabra":

      "Reunida en torno suyo la comunidad, preguntó con inocencia casi infantil: 'Veamos, hermanas, ¿quién es la santita?'. Una voz sumisa, llena de arrogante humildad, brotó del grupo: 'Una servidora'".

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  11. Cada vez que te visito tienes un nuevo amor, a ver si vas a ser una libertina sin diagnosticar.
    Si queréis más libertinos, a lo mejor os puede servir Alfie, si queréis un Alfie madurito en plan Michael Caine en su versión original, o si preferís un Alfie más yogurín y seguramente con menos encanto como el de, el de,..¡Jude Law! que no me salía el nombre, porque el del radiodrama original igual es ya un poco incógnita, y más vale malo conocido...¿o quizás no?
    En fin, voy a ver si me busco alguna libertina interesante.
    Saludos.

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    1. Hombre, Poeta, eso de sin diagnosticar... ;)
      Gracias por regalarnos más libertinos para la colección.
      Un abrazo.

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  12. Magnífico, Carmen. Me parece un texto tan lleno de inteligencia y tan divertido...

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    1. Gracias, Caty. Viniendo de ti, que vuelcas tanta inteligencia y sensibilidad en cada uno de tus textos, saboreo tus palabras. Un abrazo grande, grande.

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  13. ¡Qué interesantes son todas las entradas, Carmen! pintura, música, literatura, cine... reunes todas las musas antiguas y modernas.

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    1. No, es que todo se me amontona... Bueno, todo está ahí, relacionado. ¡Lo sabes bien!

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  14. Carmen, existe un libertino de Stefan Zweig en La piedad peligrosa, el joven teniente de caballería austríaca Anton Hofmiller, que siente una "piedad peligrosa" por Edith, recluida en una silla de ruedas. Éste es un libertino, aunque triste, enfermizo y ocasional. Un libertino del que es imposible enamorarse fuera de una silla de ruedas.

    José Zorrilla mismo era un libertino, que en palabras de Francisco Umbral, iba por los prostíbulos mostrando a las meretrices, qué palabra!, sus pústulas del vicio para que se las chuparan. Qué asco! Qué libertino más asqueroso! Éste sólo requería tratamiento fuera de las Letras.

    Son una delicia tus artículos. Pura inteligencia, sensibilidad y punto de vista.
    Andrés Parra

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    1. No he leído ese libro de Zweig, pero esta frase tuya -"un libertino del que es imposible enamorarse fuera de una silla de ruedas"- me hace preguntarme si amar a un libertino no depende, siempre, de esa silla de ruedas: emocional, social... En Don Giovanni, por ejemplo, Donna Elvira tiene una fuerza y una pasión que no puede expresar más que mediante dos errores: volcarlas en otra persona y, además de esto, en una persona equivocada. Ls limitaciones con las que se enfrenta esa mujer son su silla de ruedas.
      No conocía las sórdidas andanzas prostibularias de Zorrilla. Qué asco, como dices, y qué tristeza. Qué forma de negar la vida, la limpia y sencilla verdad del sexo.
      Gracias por un comentario tan enriquecedor, Andrés.

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