domingo, 31 de mayo de 2015

Ciudades de color




El mundo, antes, era de color. Lo hemos comentado en varias ocasiones: los templos griegos, las esculturas, las catedrales medievales y tantas obras del pasado estaban llenas de color. Fue el tiempo el que las despintó para engañarnos y hacernos creer que lo que veíamos –el blanco del mármol, los tonos grises de la piedra- era lo que siempre había sido.



Giotto, Expulsión de los demonios de Arezzo, San Francisco, Asís, 1297-99

En las ciudades, vencía la policromía en las fachadas de las casas, los tejados, las torres, las iglesias, los palacios. Azules, rojos, rosas intensos, verdes y amarillos se derramaban sobre la población. La pintura protegía las superficies y los colores hablaban, pero no es del simbolismo del color de lo que vamos a ocuparnos hoy. Nos vamos a limitar a dar un paseo por algunas de las ciudades representadas en la pintura.


Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40

Quiero señalar dos cosas, antes de continuar: la primera, que el color de las reproducciones fotográficas que vemos puede variar mucho, en relación con el de las obras auténticas; la segunda, que tampoco en todos los casos alcanzamos a ver el color original de las pinturas, salvo si estas se han preservado maravillosamente o si han sido objeto de una acertada restauración. Dicho esto, seguimos adelante con nuestro paseo y lo primero que encontramos son unas murallas.


Benozzo Gozzoli, Escenas de la vida de San Francisco, detalle, Iglesia de San Francisco, Montefalco, 1452

La muralla circunda la ciudad: separa sus formas, colores y modos de vida del campo que la rodea y sustenta.

Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40

Giotto, San Francisco da su capa a un pobre, detalle, San Francisco, Asís, 1297-99

Dentro del recinto amurallado se agolpan las torres, las iglesias y todo tipo de edificios, desde los más humildes hasta los palacios de nobles y burgueses acaudalados. 

Benozzo Gozzoli, Expulsión de los demonios de Arezzo, Iglesia de San Francisco, Montefalco, 1452

Pietro Lorenzetti, Camino del calvario, San Francisco, Asís, 1320

Muchos de vosotros habréis oído alguna vez ese proverbio alemán que reza: “El aire de la ciudad hace libre”. Relativamente, diríamos, aunque no cabe duda de que la ciudad, como lugar de oportunidades y donde el campesino, al transformarse en ciudadano, podía liberarse de los vínculos feudales, ofrecía un atractivo sueño de libertad.
La ciudad estaba viva, crecía, se transformaba. La pintura nos ofrece escenas de construcción y el perfil urbano aparece, a menudo, erizado de grúas.


Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40

Pietro Lorenzetti, La beata Humildad transporta piedras para la construcción del monasterio, Galleria degli Uffizi, Florencia, 1341 c.

Ilustración para La ciudad de las damas, de Christine de Pizan, 1405

Ilustración para La ciudad de las damas, de Christine de Pizan, 1405

Las evocaciones de Jerusalén, Troya, Babilonia o Cartago sirven para mostrar las imágenes de las ciudades contemporáneas y los trabajos de sus constructores: canteros, albañiles…

Reconstrucción del templo de Jerusalén, ilustración del libro de Guillaume de Tyr (1130-84), Histoire d'Outremer


Maître de l’Echevinage de Rouen, Les Troyens, Musée Condé, Chantilly, siglo XV

Construcción de Troya, siglo XV


En el interior de las murallas había también espacios dedicados a huerto. Asimismo, se criaban gallinas, cerdos y otros animales. Sin embargo, lo que caracterizaba la vida popular urbana era el incesante trajín de artesanos y comerciantes, así como el poderoso reclamo que suponía para los territorios circundantes la celebración del mercado.

Miniatura del Livre de Gouvernement des Princes, Bibliothèque de l'Arsenal, París, finales del siglo XV

Frescos del castillo de Issogne, siglo XV

Frescos del castillo de Issogne, siglo XV

Frescos del castillo de Issogne, siglo XV

Era habitual que los artesanos abriesen sus obradores a la calle para exponer y vender sus mercancías:

Conrad Witz, Exterior de un obrador, detalle de Santa Catalina y Santa Magdalena, Musée des Beaux-Arts, Estrasburgo, 1440 c.

Ambrogio Lorenzetti, Consecuencias del Buen Gobierno en la ciudad, detalle, Palazzo Pubblico, Siena, 1338-40

Los temas religiosos en la pintura ofrecen ocasión para representar vistas urbanas que nos remiten al mundo del teatro y de la fiesta: aquellos festejos urbanos que, como hemos visto en alguna otra ocasión, revisten con sus adornos, sus tapices y sus arquitecturas efímeras la ciudad auténtica, aún medieval, con las galas de ciudades soñadas.

Stefano di Giovanni, Sassetta, El beato Ranieri libera a los pobres de una prisión de Florencia, Musée du Louvre, París, 1437-44

Benozzo Gozzoli, Escenas de la vida de San Francisco, detalle, Iglesia de San Francisco, Montefalco, 1452

Lorenzo Lotto, Leyenda de Santa Bárbara, detalle, Oratorio Suardi, Trescore 1523-24


Las calles y plazas de la ciudad se convierten en espacios para acoger el prodigio y los milagros.

Domenico Veneziano, Milagro de san Zenobio, predela del altar de Santa Lucía de Magnoli,  Fitzwilliam Museum, Cambridge, 1445

Aunque, quizás, el mayor prodigio es el de los colores que inundan y transfiguran estas ciudades pintadas.

Masolino da Panicale, Curación del paralítico y resurrección de Tabitha, Cappella Brancacci, Santa Maria del Carmine, 1426-27


 

viernes, 29 de mayo de 2015

Poe y sus enigmas




¿Sabéis a qué obras de Edgar Allan Poe corresponden las siguientes imágenes? Atención, porque varias imágenes pueden ilustrar la misma obra. No basta con contestar solo con el título: hoy me siento algo malvada y os lo voy a poner un poco más difícil.  ¡Hay que responder con las primeras frases de cada obra!

Si no tenéis a mano las obras de Poe, podéis encontrarlas sin dificultad en Internet.

¿Os animáis? El espectro de Poe me ha dicho que quien no juegue tendrá pesadillas esta noche, pero no sé si lo decía en serio... 


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Una vez más habéis podido resolver el enigma. Creo que solo ha faltado una imagen por identificar. Aquí tenemos las soluciones:


01 Greg Hildebrandt, La caída de la casa Usher: "Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher".

02 David G. Forés, El corazón delator: "¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco?".

03 Arthur Rackham, Los crímenes de la calle Morgue y 04 Bernie Wrightson, Los crímenes de la calle Morgue: "Las características de la inteligencia que suelen calificarse de analíticas son en sí mismas poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados. Entre otras cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo goce".

05 Gustave Doré, El cuervo. 
"Una vez, al filo de una lúgubre medianoche, 
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
'Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más'”.


06 Bernie Wrightson, El gato negro: "No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño".

07 Harry Clarke, La máscara de la muerte roja:"La «Muerte Roja» había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era su encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre".

08 Harry Clarke, La verdad sobre el caso del señor Valdemar:"De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del señor Valdemar haya provocado tantas discusiones. Hubiera sido un milagro que ocurriera lo contrario, especialmente en tales circunstancias".

09 Charles F. Klein, El corazón delator, 1928: "¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco?".

10 Fréderic Lix, La carta robada, 1864 c.:"Me hallaba en París en el otoño de 18... Una noche, después de una tarde ventosa, gozaba del doble placer de la meditación y de una pipa de espuma de mar, en compañía de mi amigo C. Auguste Dupin, en su pequeña biblioteca o gabinete de estudios del n.° 33, rue Dunot, au troisième, Faubourg Saint-Germain".

11 Bernie Wrightson, Un descenso al Maelström: "Habíamos alcanzado la cumbre del despeñadero más elevado. Durante algunos minutos, el anciano pareció demasiado fatigado para hablar".

12 Arthur Rackman, El tonel del amontillado: "Había yo soportado hasta donde me era posible las mil ofensas de que Fortunato me hacía objeto, pero cuando se atrevió a insultarme juré que me vengaría. Vosotros, sin embargo, que conocéis harto bien mi alma, no pensaréis que proferí amenaza alguna".








miércoles, 27 de mayo de 2015

Me enamoré de un triforio




¿Vosotros no caéis rendidos, a veces, ante determinadas palabras? De niña, cuando estudié griego en la escuela, me enamoré del aoristo, ese simpático tema verbal del que ahora no recuerdo absolutamente nada. En la universidad, cuando el profesor pronunció un día en clase la palabra “triforio”, agucé los oídos y sonreí, mientras un agradable escalofrío recorría mi espalda. ¡Un triforio! ¡Acababa de enamorarme de un triforio! Pero, os preguntaréis, ¿qué es un triforio, para causar tamaña conmoción? Ahora os lo explico, pero antes tenéis que acompañarme a Saint-Sernin de Toulouse.


Saint-Sernin de Toulouse, finales del siglo XI

¿Ya estamos todos? Os cuento: hemos viajado al pasado, somos peregrinos y nos dirigimos a Santiago de Compostela. 

Peregrinos, iglesia de Villeneuve d’Aveyron, frescos de comienzos del siglo XIII

Para que nadie se llame a engaño, dejaré claro desde el principio que es inútil que, al penetrar en esta enorme iglesia románica, miréis a vuestro alrededor en busca del misterioso triforio, porque no lo hay.

Saint-Sernin de Toulouse

Lo que sí que podemos encontrar en esta iglesia de peregrinación –así se llamaba a estas grandes iglesias que se hallaban en la ruta de los peregrinos- son unas tribunas que crean una segunda planta sobre las naves laterales. Estas tribunas, además de ayudar a apuntalar la gran bóveda de cañón de la nave central, amplían el espacio para poder acoger a más personas.

Saint-Sernin de Toulouse

¿Ya habéis visto las tribunas, sobre las arcadas que separan la nave central de las laterales? Es posible que nos dejen pasar la noche en ellas, junto con muchos otros peregrinos, ya sea porque no encontremos alojamiento en la ciudad, ya  porque seamos pobres o porque el camino que aún nos queda por delante es largo y nos vemos obligados a ahorrar.

Saint-Sernin de Toulouse, tribunas

Así pues, una tribuna no es un triforio. En un triforio, desde luego, no podríamos dormir ni aun poniéndonos de pie y de perfil, porque es una galería ciega, como la que vemos en la abadía de Fleury:

Abadía de Fleury, Saint Benoit sur Loire, siglos XI-XII

Abadía de Fleury, Saint Benoit sur Loire, siglos XI-XII

Como acabamos de ver en Fleury, el triforio aparece ya en la arquitectura románica, aunque alcanzará una mayor difusión en el gótico. Aquí vemos, por ejemplo, el triforio de la catedral gótica de Burgos:

Catedral de Burgos, siglos XIII-XVI
Catedral de Burgos, siglos XIII-XVI, triforio

Catedral de Burgos, siglos XIII-XVI

Entonces, ¿hay que elegir entre tribuna o triforio? No, claro que no. En la catedral de Tournai, por ejemplo, se combinan ambos en un alzado de cuatro plantas: las arcadas que separan las naves, la tribuna habitable, el triforio o galería ciega y el claristorio o ventanas. Este alzado de cuatro niveles es habitual en el primer gótico, entre 1140 y 1180, aproximadamente, cuando aún se está formando el estilo.

Catedral de Tournai, siglos XII-XIII

Catedral de Tournai, siglos XII-XIII

Ahora nos vamos a Chartres –no diréis que no viajamos- y lo que vemos, como en Burgos, es el típico alzado en tres niveles (arcadas, triforio y claristorio) del gótico clásico, una etapa que se despliega, más o menos, entre 1180 o 1190 y 1225. 

Catedral de Chartres,  siglos XII-XIII

Catedral de Chartres,  siglos XII-XIII

Ya tenemos claro lo que es un triforio, ¿verdad? Decidme, ¿no le habéis cogido ni siquiera un poquitín de cariño? Adivinamos que su función es estética: articula plásticamente el muro y crea interesantes efectos de luz y sombra. Sirve, además, para que se apoye la techumbre de la nave lateral, de una sola vertiente. Todo eso está muy bien, pero… ¿qué más podríamos hacer con el triforio? ¿Se os ocurre algo? ¿Qué os parece si hacemos que deje de ser ciego y le abrimos los ojos? Para eso, solo tenemos que perforarlo:

Catedral de León, mediados del siglo XIII

Catedral de León, mediados del siglo XIII

Catedral de León, mediados del siglo XIII

Eso es lo que sucede en la fase que llamamos gótico radiante, entre 1225 y 1300, cuyo ejemplo más conocido y extremo es la Sainte-Chapelle, en París:


Sainte-Chapelle, París, 1242-1248

Pero ahí ya no hablamos de triforios y, ni tan siquiera, de muros, sino de un espacio transfigurado por la luz. Sí, de eso es de lo que hablamos: de la luz. Otro día hablaremos de ella: intentaremos hacerlo, si no luminosamente, por lo menos con claridad.

Sainte-Chapelle, París, 1242-1248